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Reedición del libro de Crass: Manifiestos, declaraciones, arte, secretos de estado y anarco-punk

CRASS, la banda / plataforma de ideas fundadora del anarcopunk, escribieron un importante capítulo en la historia de la escena contracultural más combativa entre el derrumbe de la protesta sesentayochista y el surgimiento del punk.

Fuente: lafelguera.net y agenteprovocador.es

Tienen una bomba. Manifiestos, declaraciones y arte, uno de los clásicos de esta editorial que llevaba descatalogado muchos años, es una selección de sus principales declaraciones, arte, letras, entrevistas y ensayos, que son el testimonio vivo del ocaso de las formas y propuestas del tardío movimiento hippie, la crítica feroz del fenómeno punk, la reactivación de la campaña antinuclear, la defensa animal o Class War.

Para esta nueva edición, aumentada y corregida, se ha hecho una nueva traducción, mucho más fiel y correcta, del ensayo El último de los hippies. Un romance histérico de Penny Rimbaud, que condensa a la perfección los ideales anarcopacifistas de la banda que mejor supo combinar la bandera negra con la música de combate, al tiempo que desplegaba su crítica contra absolutamente todo y todos. También se incluye una extensa introducción al ensayo obra del mismo Rimbaud, junto al arte de Crass y Gee Vaucher. FIGHT WAR NOT WARS, DESTROY POWER NOT PEOPLE!

ISBN 978-84-122610-9-7 | Formato 140 x 190 mm | 200 páginas | Diseño de cubierta en negro y plata | Colección Artefactos | 16,90 euros.

Crass, secretos de estado y anarco-punk: la verdadera historia detrás del Thatchergate

David Bizarro

Crass representa un ideal, una causa, una cruzada. Coincidiendo con la reedición corregida y ampliada de ‘Tienen una bomba. Manifiestos, Declaraciones y Arte’, recordamos cómo la banda de punk de Essex estuvo a punto de desencadenar la Tercera Guerra Mundial con una cinta de casete.

Ronald Reagan: Le pido moderación. Es absolutamente esencial o todo volará por los aires.

Margaret Thatcher: Mire, nuestros objetivos son fundamentalmente diferentes.

Ronald Reagan: ¿Por qué eliminar el Belgrano? ¿Tú lo ordenaste? Los argentinos se estaban retirando. El secretario Haig había llegado a un acuerdo.

Margaret Thatcher: ¡Argentina fue la invasora! Hemos empleado la fuerza para castigarles lo más rápido posible.

Reagan: ¡Oh, Dios, eso no está bien! 

Este breve extracto ilustra el tono acalorado de la conversación telefónica entre el presidente estadounidense Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher que se filtró a los medios de comunicación en la primavera de 1982. Dos minutos cargados de reproches y declaraciones incendiarias en relación a la Guerra de las Malvinas, en los que Thatcher parecía insinuar que el hundimiento del crucero Belgrano había sido un movimiento deliberado para impedir que prosperaran los esfuerzos diplomáticos por evitar el conflicto. Un secreto de estado que ya por entonces era de dominio público, a la espera de ser ratificado treinta años más tarde, gracias a la desclasificación de una serie de documentos oficiales del Archivo Nacional británico en los que el por entonces ministro de Defensa, John Nott, afirmaba que: «la decisión política (de atacar al buque argentino) fue tomada por un puñado de ministros, liderados por la Primera Ministra».

Pese a las molestas interferencias y el ruido de fondo producido por la estática, el análisis técnico del Pentágono concluyó que las voces de los mandatarios eran reales.Desde Washington se apresuraron en desmentir el contenido de la grabación, alegando que se trataba de una operación propagandística encubierta. «Este tipo de calumnias se ajusta al patrón de los montajes difundidos por los servicios de inteligencia soviéticos, aunque habitualmente falsifiquen documentos en lugar de cintas», respondió Larry Semakis, subdirector del equipo de contraespionaje del Departamento de Estado, a las preguntas de los periodistas. Lo que fuera con tal de paliar el efecto dominó de los titulares sensacionalistas cuando, al otro lado de la línea, el presidente Reagan reconocía que no le temblaría la mano a la hora de pulsar el botón rojo. «Si hay un conflicto, lanzaremos misiles contra nuestros aliados para que la Unión Soviética permanezca dentro de sus fronteras». Silencio. «¿Te refieres a Alemania?», le cuestiona una incrédula Margaret Thatcher. «Si algún país pone en peligro nuestra posición, podemos decidir bombardear el área problemática y acabar así con la inestabilidad».

La cinta circuló un tiempo por Holanda en vísperas de las elecciones generales británicas de 1983, pero la prensa se mostró recelosa a la hora de publicar una exclusiva sin contrastar y enviada de forma anónima. Aunque Thatcher fue reelegida seis meses después, la conocida como Thatchergate Tape fue considerada por la CIA como un ejemplo de las estrategias de la URSS «para destruir la democracia tal como la conocemos». Sin embargo, cuando un par de años más tarde la prensa británica sacó a la luz la verdadera autoría, a nadie pareció sorprenderle que estuviera detrás cierta banda de punk inglés.

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Logo Crass: Diseño de Dave King. El logo de Crass representa una amalgamación de varios «íconos de autoridad», incluida la cruz cristiana, la esvástica y la bandera del Reino Unido, combinado con un uróboros de dos cabezas que simboliza la idea de que el poder finalmente se destruiría a sí mismo.

«Fue aterrador —reconoce Penny Rimbaud— ¿Un montón de bromistas anarquistas provocando una guerra mundial? Nos sentimos abrumados y eufóricos., pero no pasó mucho tiempo antes de que un reportero de The Observer  se pusiera en contacto con nosotros para preguntarnos si sabíamos algo sobre las cintas. Toda la operación se había llevado a cabo en absoluto secreto, pero de una forma u otra se las habían ingeniado para culparnos: Después de un agotador día de negociaciones, acordamos admitir nuestra responsabilidad si imprimían los detalles del turbio asunto de las Malvinas en su artículo, cosa que hicieron. Era la primera vez que se cuestionaba abiertamente la integridad de Thatcher. Pero si era verdad que las paredes escuchaban… ¿hasta qué punto estaban al tanto de nuestras actividades?».

«Era la primera vez que se cuestionaba abiertamente la integridad de Thatcher. Pero si era verdad que las paredes escuchaban… ¿hasta qué punto estaban al tanto de nuestras actividades?»

Aquellos diálogos fabricados artesanalmente mediante la técnica del “corta y pega” parecían obra de los guionistas Spitting Image, el popular programa satírico de la BBC. En uno de sus sketches más celebrados, emitido en 1984, la marioneta de Margaret Thatcher confesaba su preocupación por los sondeos tras la reelección: «Dios mío. ¡Así nunca ganaremos las próximas elecciones! ¡Necesitamos alguna forma de ganar votos!». «Sugiero una guerra rápida a principios del 87 —proponía el títere de Geoffrey Howe, mano derecha de la Dama de Hierro— Eso nos garantizaría unos cuantos». A lo que Thatcher replicaba, con una carcajada irónica: «Geoffrey, eres un completo imbécil. ¡No podemos declarar una guerra rápida solo para ganar votos!».

Para entender mejor el chiste, debemos remontarnos a octubre de 1982. Más concretamente, a la columna que Robin Eggar dedicó al How It Feels de Crass en el Daily Mirror: «Los jóvenes suelen utilizar la música rock para expresar sus protestas. Por muy desagradables que parecieran ser los Sex Pistols en 1977, sus canciones eran una advertencia escalofriante de la recesión que se avecinaba. Pero la banda anarquista Crass ha ido demasiado lejos con el lanzamiento, la semana pasada, del disco más repugnante e innecesario que jamás haya escuchado». Después de que Thatcher fuera preguntada en la Cámara de Comunes sobre si había escuchado el álbum, era inevitable que tanto ella como su partido tratasen de tomarse la revancha. El encargado de liderar la persecución contra los autores de «la canción más malvada, injuriosa y obscena grabada jamás» no fue otro que el diputado conservador Tim Eggar, a la sazón hermano del periodista indignado. Su participación en un debate radiofónico, ese mismo año, instando a que fuera perseguida bajo la Ley de Publicaciones Obscena fue tan teatral y exaltada que le convirtió en el hazmerreir de la oposición.

«No queríamos seducir a nadie. Queríamos dar información a la gente y luego que se hicieran a la idea. Y se lo poníamos difícil a propósito: si quieres algo, te lo tienes que currar»

«¿Cómo sienta ser la madre de mil muertos? —escupía Steve Ignorant sobre el rostro de Margaret Thatcher— «Les engañaste diciendo que valía la pena el sacrificio. Tus mentiras persuadieron a la gente a aceptar la sangre desperdiciada». Porque, a fin de cuentas, ¿a quién carajo le importaban las Falklands? Aquel archipiélago estratégicamente irrelevante situado en el Atlántico sur llevaba más de siglo y medio sirviendo de pasto a las ovejas. Pero frente al golpe de efecto de una dictadura militar argentina, decidida a desviar la atención del estado catastrófico de la economía con una breve y sorpresiva expedición para recuperar las Islas Malvinas antes de que se cumpliera el 150 aniversario del mandato británico, Thatcher optó por la confrontación directa. Asegurándose el primer golpe contra un crucero que navegaba fuera de la zona de exclusión que ellos mismos habían fijado. Como dice la marcha tradicional inglesa: «Britannia domina las olas, Britannia deprecia las leyes”.

«¿Cómo sienta ser la madre de mil muertos? Les engañaste diciendo que valía la pena el sacrificio. Tus mentiras persuadieron a la gente a aceptar la sangre desperdiciada»

«No queríamos seducir a nadie —continúa Rimbaud—. Queríamos dar información a la gente y luego que se hicieran a la idea. Y se lo poníamos difícil a propósito: si quieres algo, te lo tienes que currar». Detengámonos en un nuevo corte de la cinta:

Ronald Reagan: Hiciste que hundieran el Sheffield. Esos misiles que seguimos en la pantalla… Debísteis verlos también y no se lo hicisteis saber. ¿Qué esperas ganar?

Margaret Thatcher: Lo que te dije antes… “Andrew”.

Un marinero que había servido en el HMS Coventry contactó con la banda para compartir su teoría sobre el hundimiento del HMS Sheffield en las Islas Malvinas, el 4 de mayo de 1982. Un misil Exocet, disparado desde un avión argentino y detectado por los radares a 180 millas de distancia, alcanzó al destructor, fue aparentemente descartado por los oficiales del HMS Invincible. Mientras los otros barcos de la agrupación sí fueron informados sobre la trayectoria del misil y tomaron medidas defensivas, el Sheffield fue deliberadamente sacrificado para proteger al Coventry, entre cuya tripulación se encontraba el príncipe Andrés. «Dama de Hierro, con tu corazón de piedra, ansiosa de enseñar la lección que tu misma infligiste, determinaste, creaste y ordenaste —cantaba Ignoran— Fue tu decisión matar a esos jóvenes».

La casete que trajo de cabeza a la CIA y al MI5 estuvo a punto de hacer tambalear el gobierno de Thatcher, llegándose a plantear la comparecencia de la Primera Ministra en televisión para refutar la autenticidad de la cinta y lavar su imagen. Desde su gabinete la exhortaron a no hacerlo; de lo contrario implicaría aceptar como verosímil el «contenido real» de una grabación falsa.

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El final de la anarquía

Lady X

La huelga de mineros, que se iría recrudeciendo día tras día, había comenzado el 12 de marzo de 1984, el profético año orweliano que anunciaba el triunfo final del totalitarismo que Thatcher, no obstante, convertía en realidad poco a poco. El gobierno había anunciado el despido de veinte mil obreros. La National Union of Miners llamó a la movilización total, algo que fue secundado en diversas partes del Reino Unido.

Protestas de los mineros durante la huelga de 1984
Protestas de los mineros durante la huelga de 1984

Muchos artistas y activistas idearon formas de solidaridad con los mineros. Crass, que vivía una nueva generación de punks y anarquistas que clamaban por la acción violenta, seencontraban en un momento de mil y un debates internos. La banda ya era muy famosa y sus shows se llenaban, lo que suponía que debían buscar locales con mayor capacidad. Las entradas, entonces, debían subir de precio. Las contradicciones, posiblemente inevitables, iban y venían. Representaban a muchos anarcopunks, lo que desataba tensiones y una presión que siempre habían evitado. Se acercaban peligrosamente a la ideología y el control, a un liderazgo que rechazaban. Estaban exhaustos. Habían resistido la persecución policial y las críticas que les llegaron desde el mismo Parlamento, que los consideraba una peligrosa organización conspiradora. Crass, a pesar de encontrarse en su mejor momento musical, se venía abajo: sus shows eran acontecimientos políticos, pero la banda se sentía incapaz de detener la ola conservadora. En julio ofrecerían su última gira que terminaría el 11 de julio en Aberdare, Gales, en beneficio de los mineros. No fue un final anunciado. Al terminar la gira, Andy Palmer anunció que dejaba la banda. Las bajas se sucedieron. Dial House, la comuna en la que vivían, sufría las fricciones y la soledad. Era el final de Crass, de la que fuese la banda emblema de la anarquía en el Reino Unido.

Crass en directo en Cumbria (3 de mayo de 1984)
Crass en directo en Cumbria (3 de mayo de 1984)
Fachada del Bingo Hall antes de uno de los últimos shows de Crass (4 de marzo de 1984)
Fachada del Bingo Hall antes de uno de los últimos shows de Crass (4 de marzo de 1984)
Crass en el Digbeth Civic Hall (16 de diciembre de 1983)
Crass en el Digbeth Civic Hall (16 de diciembre de 1983)
Steve Ignorant junto a Eve Libertine en St. Georges Hall, Exeter (6 de mayo de 1984). Fotografía de Innis McAllister
Steve Ignorant junto a Eve Libertine en St. Georges Hall, Exeter (6 de mayo de 1984). Fotografía de Innis McAllister
Joy De Vivre en la última gira
Joy De Vivre en la última gira
Eve Libertine (mayo de 1984)
Eve Libertine (mayo de 1984)
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Digbeth Civil Hall (16 de diciembre de 1983)
Digbeth Civil Hall (16 de diciembre de 1983)

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