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Siguen las luchas en EE. UU., y crisis en la cadena de suministros global

Decenas de miles de trabajadores continúan en lucha en diversas regiones y ramas de la economía estadounidense. Exigiendo aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo, han paralizado empresas metalúrgicas, automotrices, de la madera, alimenticias, de la salud, puertos y amenaza hacerlo también en la emblemática industria de cine y televisión de Hollywood. El movimiento huelguístico, en su gran mayoría espontáneo, tomó el nombre de Striketober uniendo las palabras ‘huelga’ y ‘octubre’.

Se trata de una situación que no se vivía hace años y a la que se suman unos 4,5 millones de trabajadores que dejaron sus empleos por los bajos salarios o las largas y extenuantes jornadas laborales. La magnitud del fenómeno es tal que ha llevado a hablar al ex secretario de Trabajo, Robert Reich, de un «estado de huelga general no oficial». Aunque no podemos utilizar el término que designa el método de lucha de la clase trabajadora, cuando en forma consciente y generalizada sale a luchar por sus derechos, la expresión muestra la preocupación de los empresarios por el nivel de descontento en amplias franjas de trabajadores.

Por otro lado, que no haya una profundización de las luchas y una coordinación que apunte hacia una huelga general, se debe en gran medida al rol que juegan las burocracias sindicales ligadas al Partido Demócrata del presidente Joe Biden. En todo lugar que pueden, frenan las luchas y negocian alguna miseria para desarticular el conflicto y dividir a las bases trabajadoras como ocurre con los 60.000 empleados de la industria cinematográfica de Hollywood.

Crisis en las cadenas de producción y transporte

Desde China a EE. UU., pasando por otros países asiáticos, Europa y otras regiones, las cadenas de suministros se han visto colapsadas por la creciente demanda de productos. El aumento en los pedidos de alimentos, medicamentos y otros productos incluidos chips para dispositivos electrónicos, etc., se debe a la reapertura de actividades casi a nivel pre-pandemia de Covid-19.

Las consecuencias, una vez más, la están pagando las grandes mayorías populares con desabastecimiento y aumento de precios. Las causas, los mecanismos de producción Just in time (justo a tiempo) y la fabricación de distintas piezas de ensamblaje en países con mano de obra barata que utiliza la mayoría de las grandes empresas para “reducir costos” y maximizar las ganancias. A esto hay que agregar las legítimas protestas obreras por los bajos salarios y malas condiciones de trabajo en fábricas, puertos y otros sectores clave.

Según los cálculos más optimistas, llevará meses normalizar las cadenas de producción y transporte. Es que el sistema capitalista tiene como único objeto las ganancias empresariales sin importar las necesidades sociales, volviendo la producción completamente irracional. Solo en los últimos dos años el capitalismo provocó incontables desastres ambientales, una pandemia de magnitud histórica producto de la extensión de las fronteras agrícolas y el aprovechamiento irracional de animales, y al mismo tiempo una inestabilidad cada vez mayor en el abastecimiento de productos.

Pero al mismo tiempo, esta crisis muestra la fuerza social de la clase trabajadora que es la que garantiza el funcionamiento de toda la producción, transportes y servicios. En esos millones de trabajadores está la clave para resolver el problema de fondo: terminar con el capitalismo y comenzar la construcción de una sociedad sin explotados ni explotadores, donde la producción esté al servicio de las necesidades sociales y no de las ganancias privadas.

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