- Escrito por Sergio Giménez García
- Publicado en Textos Obreros
Entre la última semana de septiembre y la primera de octubre de 1919, un grupo de representantes de la CNT de Barcelona se desplazó a la capital para dar una serie de conferencias. Llegaban a uno de los feudos del sindicalismo socialista (UGT) en una gira de propaganda, precisamente cuando el primero de octubre entraba en vigor la jornada laboral general de ocho horas lograda en abril tras la victoria de la huelga de La Canadiense en Barcelona.
Ángel Pestaña y Francisco España, este último del Sindicato Único de la Madera de Barcelona, son los primeros en llegar. Junto a una mujer, van a entrevistarse con el Ministro de Gracia y Justicia para solicitar la libertad del compañero José Castellví, que lleva 25 años preso. Aquella mujer va a pedir que liberen a su padre. Y este es el motivo que alegan los anarcosindicalistas cuando los periodistas inquieran la causa de su presencia en la capital. No quieren filtraciones.
Unos días después, la prensa madrileña anuncia el primer mitin en el teatro de la Comedia para el 1 de octubre, miércoles, con Pestaña y Salvador Seguí (a) El Noi del Sucre, entre los oradores; pero la autoridad civil suspende el acto asegurando que se trata de un simple aplazamiento.
Mejor suerte tendrán con la conferencia del día siguiente en el Ateneo sindicalista, en que hablarán España y Pestaña; Seguí continúa en Barcelona. Aseguran que el motivo del viaje es el caso Castellví, pero sus discursos están bien preparados y abordan los mismos temas que tratarán en las siguientes conferencias; entre otros, las características del anarcosindicalismo catalán y los entresijos de la exitosa huelga de La Canadiense, la violencia de patronos y autoridades locales, la “ficción del secesionismo catalán” –pese a aceptar la autonomía regional— o la incorporación de las clases medias al proceso revolucionario.
Viernes, 3 de octubre. Acontece el acto aplazado del Teatro de la Comedia, organizado también por los militantes del Ateneo. De nuevo, la prensa madrileña anuncia a Seguí; incluso acude una comitiva de sindicalistas a la estación de Atocha para recibirlo. Pero no llega (aún hoy se reproduce un supuesto discurso suyo en libros, prensa y redes sociales). Repiten, pues, Pestaña y España, con presentación y presidencia de Mauro Bajatierra. Insistimos: discursos muy bien planificados; repiten los temas.
Sábado, 4 de octubre. Por la mañana llega Seguí en compañía del secretario de la Federación local barcelonesa, Josep Molins; de Simó Piera, del Sindicato de la Construcción; Domingo Martínez, de la Metalurgia, y Valentín de Pedro, escritor argentino que entonces estaba organizando el Sindicato de Profesiones Liberales en Barcelona. Por la tarde, ahora sí, Pestaña y Seguí acuden a un acto sindical a favor de carteros despedidos, en la calle Relatores 24, y por la noche repiten ambos en el teatro de la Casa del Pueblo, en un evento organizado por la Escuela Nueva.
Pestaña vuelve sobre los mismos asuntos. Seguí (pese a lo que diga cierta izquierda independentista catalana hoy) lanza un claro mensaje de internacionalismo obrero y critica con saña a la burguesía catalana y a la Liga Regionalista; profundiza en el tema del Sindicato Único y desarrolla una peroración sindicalista en que desecha tanto a los partidos socialistas como a los grupos anarquistas para llevar a cabo las transformaciones revolucionarias. Los Sindicatos –asegura— no sólo deben ser escuela de formación y capacitación de las masas trabajadoras, sino que también deben ser los órganos que planifiquen la revolución, la dirijan y administren la sociedad postrevolucionaria.
Última parada. Salón Olimpia (antiguo Lo Rat Penat, hoy Teatro Valle-Inclán), en la plaza de Lavapiés. Domingo, diez de la mañana. Un gentío en la calle espera para entrar.
Esta vez hablará la expedición al completo. Primero, Josep Molins excitó a los trabajadores a proseguir con energía la obra iniciada sin miedo a terminar en la cárcel, porque cuando se entra en ella por noble causa –afirma—, lejos de denigrar, dignifica al ser humano. También habló de las terribles vicisitudes del proletariado del campo de Andalucía, que había podido comprobar in situ, y donde la represión había terminado con muchos militantes en la cárcel, otros en el destierro, y todos en la más absoluta miseria. (Aplausos)
Francisco España comenzó pidiendo a los asistentes que no se le aplaudiese durante la intervención, pues esa era costumbre de “inconscientes taurófilos en el circo”. Abogó por el indulto de Castellví y otros presos. Y se refirió a la burguesía catalana como la más indocumentada de España, por lo que los trabajadores catalanes se habían organizado contra ella con una firmeza ejemplar. (Aplausos)
Simó Piera explicó lo acontecido durante la huelga de La Canadiense y criticó a los políticos por echarse a los brazos de los obreros para conseguir prebendas y actas de diputado. Aseguró que la jornada de 8 horas había sido arrancada a los Gobiernos gracias a la acción de los Sindicatos, destacando que en el ramo de la construcción hacía ya 40 años que disfrutaban de ella. (Aplausos)
Domingo Martínez trató el tema escabroso de los atentados en Barcelona, afirmando que la banda de Bravo-Portillo estaba financiada por los patronos y asesorada por las Juntas militares. (Protesta del delegado de la autoridad. Grandes aplausos del auditorio). Habló del atentado contra Pau Sabater (a) El Tero, y afirmó que los atentados eran consecuencia del asesinato en masa del pueblo, prueba de lo cual es que el asesinato de Bravo-Portillo fue celebrado por todos. Continuó con la falta de confianza en Barcelona en jueces y políticos, y aseguró que mientras esto no cambiara seguiría imperando el ojo por ojo, diente por diente. Finalmente pidió la liberación de presos.
Valentín de Pedro abogó por que todos los obreros intelectuales tuvieran acceso a la CNT, y solicitó que en Madrid se hiciera lo mismo.
Ángel Pestaña aseguró brevedad, pues no era el momento de hablar sino de hacer. Lanzó la pregunta de qué pasaba en Cataluña, donde siempre había conflictos, y respondió que la causa era que patronos y autoridades provocaban las huelgas, poniendo de ejemplo al general Milans del Bosch, quien se saltaba las órdenes del Gobierno y la propia Constitución.
Pasó luego a hablar del Somatén, explicando al auditorio lo que era y quiénes lo formaban: “Todos los bandoleros de la ciudad; el que falsifica los alimentos de primera necesidad, el que roba en el peso.”
En ese momento alguien interrumpió desde el público, y Pestaña le preguntó que cuánto le habían pagado por ir a molestar, concluyendo la interrupción diciéndole que si fuera como es debido hablaría desde el escenario y no en la sombra.
Se refirió luego a la represión sufrida por los sindicalistas en la Ciudad Condal tras la huelga de:
A mí, por ejemplo, me detuvieron por llamarme Pestaña (risas). Ya no podrá decirse que la Policía no sirve para nada, porque allí fue muy activa y diligente en la detención de compañeros. No quisieron, hace poco, perseguir a los autores de la colocación de una bomba, pero han caído sobre nosotros ejerciendo toda clase de persecuciones. A pesar de todo, nuestra organización subsiste poderosa y fuerte gracias al espíritu de sacrificio y solidaridad de aquellos trabajadores. Vedlo si no, pues llegado el momento prescinden de dos cosas que se aman: el dinero y la libertad.
Y lo que hace el obrero en Barcelona, ¿no lo puede hacer en Madrid? Yo digo que sí; yo digo que es cuestión de procedimiento y de educación. Comprendo que no debe aceptarse a ciegas nuestro procedimiento. Es más; tal vez aquí sea necesario otro distinto. Pero por eso nosotros os aconsejamos que discutáis y estudiéis; que seáis vosotros los que solucionéis vuestra situación; que no fieis a nadie, ni aunque fuese a mí mismo, vuestras reivindicaciones; que seáis vosotros mismos, los que sabéis cuánto pesa la herramienta y lo que escuece el látigo del patrono, seáis los encargados de reclamarle directamente.
No creáis a los que os digan que nosotros hemos renunciado a la acción directa. A los patronos hemos reivindicado nuestras peticiones económicas; al Gobierno, la petición de libertad de los presos. Y cuando el Gobierno ha sido propietario ficticio, como al incautarse de La Canadiense, le hemos pedido ambas cosas. ¿Es esa o no la acción directa?
Después insistió en que el obrero no debe fiar a nadie el cuidado de emanciparle ni confiar en redentores profesionales. Y terminó aludiendo a los obreros intelectuales, a los que deben ser el cerebro que piensa al lado de la mano que ejecuta, los cuales pueden contribuir al triunfo del ideal de justicia. (Grandes aplausos)
Salvador Seguí empezó criticando a la prensa reaccionaria madrileña por desvirtuar a los confederales publicando falsedades. La misma prensa que había criticado al Gobernador Civil por haberse puesto en contacto con los sindicalistas; algo que —según Seguí— venían haciendo los representantes del Poder en otros países, pero que en España no podía normalizarse por la actuación de elementos de la burguesía. En cuanto a la prensa de Barcelona, criticó igualmente que hicieran el juego a los burgueses haciendo campañas para difamar a los sindicalistas con el objetivo de que esos mismos burgueses les sufragaran las campañas.
Se refirió más tarde a los atentados, afirmando que no eran un método deliberado de actuación por parte de los Sindicatos, sino más bien un método de autodefensa ante la actuación de la burguesía Catalana.
Luego hizo alusión a un mensaje dirigido al rey por la Federación Nacional de patronos donde se hablaba de que la representación de la España Viril eran los patronos y el Ejército, y les daba la razón porque los trabajadores no pueden ni quieren tener representación en esa España.
Sigan las clases poderosas y los patronos el camino que les plazca. Cuantos se opongan al desenvolvimiento de la vida, al desarrollo de las colectividades, pierden el tiempo y realizan un acto criminal. Sigan, sigan el camino que quieran; nosotros también seguiremos el nuestro. El problema social no es de violencia; es un problema —lo dije anoche— de capacidad económica después de serlo de justicia. También decíamos que el capitalismo está en bancarrota. Ya realizó su misión histórica. La capacidad burguesa ha fracasado ya. No quiso dar a la sociedad lo que el esfuerzo de la sociedad puso en sus manos, y esa es la causa de su bancarrota. Mirad cómo surgió la tragedia en aquella nación donde la superproducción se encontró sin mercados bastantes.
Hemos de procurar enaltecer hasta las cimas más altas del pensamiento la personalidad moral que cada uno lleva dentro. Procurarnos, además del pan, la dignidad. Así será cómo la vida valga la pena de ser vivida. Vengan los intelectuales a nuestro lado a derrotar el capitalismo. Vengan también ellos, los mismos capitalistas, que nosotros no queremos su extinción física.
Vengan los que tengan parte útil y aprovechable. El artista, el médico, el arquitecto; los que puedan contribuir al bienestar de la colectividad, bienvenidos sean. En Barcelona ya han comenzado a ingresar en el Sindicato de profesiones liberales.
Hay sitio para que todos vivamos. ¡Ennoblezcamos la vida!
Debemos capacitarnos para la transferencia del poder de modo que el proletariado triunfe con la menor violencia; sin violencia, mejor. La efusión de sangre sólo vendrá si el militarismo y la burguesía se coaligan para tiranizar al proletario.
Fuentes:
Prensa madrileña de época. Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España: El Heraldo, Mundo Gráfico, El Día, El Liberal, El País.
Sergio Giménez García
Sergio Giménez es Licenciado en Historia por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y profesor de instituto. Es autor de Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica (Piedra Papel Libros, 2020) y colaborador habitual en Ser Histórico. Portal de Historia