La democracia es esa desconocida de la que todo el mundo habla.
El parlamentarismo heredero de la ilustración europea significó un cambio del esquema social, ya que supuso la superación (en algunos países) de los regímenes monárquicos y aristocráticos por una nueva clase dirigente, que se hizo con el control de la sociedad: la burguesía.
Hay que reconocer la adaptación de buena parte de las monarquías a la nueva situación, asumiendo los cambios, para seguir manteniendo los privilegios del poder: las monarquías parlamentarias.
Y así, hasta nuestros días.
El sistema de partidos políticos también evolucionó, pasando de la alternancia en el poder, partido conservador/partido liberal, a reconocer, por la imposición de la presión de la clase trabajadora, las mujeres sin derecho al voto, … a una variedad de partidos que, bajo la influencia del pensamiento marxista, aspiraban a transformar la sociedad desde la conquista del poder por medio de las elecciones.
La aparición de los regímenes totalitarios fue la respuesta de la clase dominante para frenar los cambios.
La historia parece repetirse, pero no del todo.
Estamos ante cambios importantes y profundos que están diseñando un futuro incierto para la ciudadanía en general y, en particular, para la clase trabajadora.
El sistema democrático tradicional da muestras de agotamiento y, sin ser la panacea, no debemos renunciar a las libertades formales que nos reconoce y que tantos sacrificios ha significado para nuestros antecesores.
A continuación hay que ser conscientes de que no nos podemos dejar engañar ni creer entelequias, ya que quien ejerce el poder real es la oligarquía, por medio del control efectivo de las instituciones del Estado y apoyándose en entidades y asociaciones, tanto de carácter autóctono, CEOE, Escuelas de negocios, “think tank”, (FAES/PP, Fundación IDEAS/PSOE) … como en organismos internacionales de configuración PRIVADA Y NO DEMOCRATICA: FMI, G-8, Banco Mundial, BCE, … que son los que dictan las normas de rango superior y las imponen a los parlamentos y gobiernos, tanto de carácter democrático como autoritario.
Las grandes corporaciones empresariales, con su enorme poder económico, son un “lobby” que cierran el círculo de poder, que determina nuestras condiciones de vida en el presente y el futuro.
La indispensable colaboración de una clase política profesionalizada (a sueldo de los poderes del Estado y del Capital) hace mella en la credibilidad del sistema democrático y de ahí, la aparición de las corrientes autoritarias y fascistoides, tipo VOX.
El compromiso de la clase política con la ciudadanía y la clase trabajadora debe ser una permanente reivindicación. Tienen que notar nuestra presión, poniéndolos delante de un espejo.
El realismo se ha de imponer entre la clase trabajadora y, éste ha de venir de la mano de reconocer que estamos en un plano diferente, que nos han situado fuera de nuestra condición de personas, con respeto a tener una vida digna y con unos derechos democráticos plenos, convertidos en simples sujetos productores y consumidores, a merced del mercado del trabajo, que manejan unos “agentes sociales” que ellos escojen para su propio interés, y que nuestra participación democrática se limita a elegir a aquellos que figuran en la listas electorales elaboradas por las direcciones de los partidos políticos, a los que no podemos reclamar que cumplan con sus compromisos electorales.
Necesitamos “nuevas instituciones” que satisfagan nuestras aspiraciones y las tenemos que forjar fuera de éste sistema caduco que nos oprime.
El cambio social favorable a la mayoría debe asumir que una nueva sociedad emerge y lleva aparejado retos tecnológicos, medioambientales y geopolíticos espectaculares, que han roto el molde de esquemas políticos que se consideraban inmutables.
El reto del presente es nuestro y no hay nada que delegar.
El pensamiento libertario, siempre tan denostado por la doctrina oficial y sus medios de difusión, es un referente del análisis y la acción política de nuestro tiempo.
El antidogmatismo y el realismo siempre fueron y son pilares, que sustentan una capacidad crítica vital para la iniciativa de la lucha social y las propuestas de configuración de una futura sociedad.
Las diversas iniciativas desde el anarcosindicalismo, el sindicalismo autónomo, las reivindicaciones sobre el derecho a la vivienda (PAH, Sindicatos inquilinas,), marea pensionista, sanidad pública, escuela pública, … defensa del sector público , cooperativas autogestionadas y de economía social, ateneos, medios de información alternativos, escuelas de inspiración racionalista, asociaciones de apoyo mutuo, ecologismo social, organizaciones de consumidores y de agricultura ecológica, … forman parte de un tejido social que desde el ámbito local, y con el respeto a la autonomía de los colectivos, entidades e individuos, tiene que ir dando forma a un plan de acción que sume, sobre la base de una plataforma reivindicativa, a cuantos crean que se ha de hacer frente a la actual situación de injusticia social.
La necesidad crea el órgano y, de necesidad, hay mucha.
Federico Solano Diaz