Fernando León de Aranoa disecciona las perversas dinámicas laborales en ‘El buen patrón’, una brillante sátira sobre los empresarios con un colosal Javier Bardem que compite por la Concha de Oro en San Sebastián.
El cine de Fernando León de Aranoa permite trazar un camino histórico de lo que ha sido la evolución de las condiciones de trabajo de la clase obrera. Desde Barrio hasta El buen patrón, en sus películas hay un reflejo de cómo se trabaja, de cómo se vive y de cómo se sufre con resignación y humor en la sociedad española de las últimas décadas.
El chaval que repartía pizzas andando y en el metro de Barrio puede leerse ahora como una avanzadilla de la perversión que supone la concepción de los repartidores de Deliveroo o Amazon o cualquier plataforma de las mal llamadas “colaborativas”. El desastre que sufre un grupo de trabajadores de astilleros en Los lunes al sol, era en realidad un aviso de lo que podría suponer demonizar la figura del obrero o del sindicalista. En El buen patrón lo que vemos es a una clase trabajadora superviviente, que debe obediencia al jefe, al patrón, que no está unida, ni quiere estarlo. Cuando hay un despido, el trabajo está solo, acampado enfrente de la fábrica, jodiendo las vistas a los jefes y haciéndose sentir mal a los excompañeros. Y vemos a un jefe mediocre, caciquil y muy, muy real. Tanto que da risa y miedo a la vez.
Por eso la comedia negra es el tono perfecto para reflejar los modos y costumbres de un tipismo muy español, y mucho español: el empresario hecho a sí mismo. O más bien, el empresario que cree que se ha hecho a sí mismo. Nadie como Javier Bardem para bordar a ese espécimen que abunda por pueblos y provincias de la España, la llena y la vaciada. Lo que hace Bardem es una auténtica barbaridad interpretativa, modula la voz, hasta acercarse a un ligero tartamudeo, domina el cuerpo -¡cómo coge el jamón!- y hace que veamos a ese hombre casado, para quien la familia es lo más importante aunque pase absolutamente de ella. Un tipo con poder, que puede llamar al periódico local, al alcalde y al policía del pueblo. Un jefe “amigo”, ese que cree que trata bien a sus trabajadores porque usa un lenguaje cercano. Bromeaban actor y director con que este empresario podría ser un reverso de Santa, papel de parado carismático que le dio el Goya a Bardem por Los lunes al sol.

El buen patrón muestra además algo perverso, cómo el sistema capitalista se apropia de cualquier movimiento contestatario. Casi le está diciendo a Foucault que cuidado, que lo del contrapoder está muy bien, pero el contrapoder se agota, como se agotó la fuerza revolucionaria del Che cuando su cara se imprimió a granel en camisetas, bolsos y tazas. Si está bien visto contratar mujeres, allí estará este patrón. Si está bien visto tener trabajadores racionalizados, él será el primero en hacerlo… Y así con todo.
El cine de Aranoa tiene mirada humanista y social, Princesas, Amador, Un día perfecto lo corroboran. Sin embargo, desde su debut con la maravillosa Familia, el cineasta madrileño no había sacado el colmillo afilado de la sátira. Dice que era imposible plantearse este retrato de las relaciones laborales desde otra perspectiva. Un humor en su justa medida. No hay carcajadas, salvo en escena de la cena con amigos, donde todos los tópicos de la derecha y de una parte del centro izquierda, salen a relucir. La falsa idea de meritocracia, el que a un empresario no le gusta despedir o, el tópico de los tópicos, las subvenciones al cine español.
La excelente decisión de no ubicar la película en ninguna ciudad concreta, con un trabajo de arte que ahonda en esa indefinición, crea el clima de provincias perfecto. Que nos permite ver, además, el machismo enquistado en todas las clases sociales representadas, los despidos recuerdan al cine de Ken Loach, a quien si seguimos desde sus inicias hasta sus últimos filmes, también descubrimos los cambios que neoliberalismo de Thatcher y Reagan han ejercido en todos nosotros. Si hay una película de la que bebe El buen patrón esa es Recursos humanos, del director francés, Laurent Cantent que, por cierto, compite con Aranoa por la Concha de Oro en este Festival de Cine de San Sebastián. Con un tono más serio y naturalista, Cantet diseccionaba a la clase obrera y al mundo de la empresa a través de un padre y un hijo trabajadores de una fábrica que iba a ejecutar varios despidos.
La caza, la balanza, el puticlub o esa verja de la fábrica Balanzas Blanco que emula, con distancia y humor, a la verja del patrón de los patrones, Hearst, en Ciudadano Kane.