- Los sindicatos piden alzas salariales para evitar más conflictividad.
“Cuando hay una recuperación, la gente quiere aumentar sus condiciones económicas y participar de las mejoras que obtiene la empresa”. De esta manera explica el líder de CC.OO. Catalunya, Javier Pacheco, el porqué de lo que sucede en las calles de Cádiz con los trabajadores del metal y los riesgos de que esa reclamación pueda extenderse a otras zonas. Aunque anoche se alcanzó un preacuerdo entre CCOO y UGT y la patronal de Cádiz para acabar con el paro indefinido del sector del metal que se prolonga una semana y media, el temor a una extensión de las reclamaciones de mejoras sindicales crece en España.
CGT reachazo el preacuerdo en Cádiz,entienden que se ha llegado muy lejos, demostrándose unidad y solidaridad en una lucha ejemplar por la dignidad de la clase trabajadora de una de las zonas más empobrecidas del Estado español.
Los sindicatos recordaron que –además de Cádiz– ya hay conflictos en el sector del metal en Alicante, de la limpieza en Castellón, de los supermercados en Castilla-La Mancha y de los centros logísticos de Inditex en Zaragoza. También recordó las movilizaciones de Pilkington en Sagunto ante la intención de la dirección de cerrar la fábrica, deslocalizar la actividad y despedir a 116 trabajadores. En Vilanova i la Geltrú, la dirección de la multinacional alemana de componentes de automoción Mahle anunció el cierre de la planta y el despido de las 343 personas de plantilla.
En un comunicado sindical se denunció que “los salarios siguen fuertemente devaluados y que la precariedad laboral, lejos de contenerse y rebajarse, sigue avanzando en nuestro mercado de trabajo como resultado” de las reformas laborales. El sindicato recordó que en 2019, el año anterior a la pandemia, los salarios tenían de media un poder de compra un 6,2% inferior al del 2008.
La huelga en Cádiz y el futuro
Cádiz es una de las provincias más pobres de España y de Europa: Barbate, Chiclana, Sanlúcar, La Línea, Conil de la Frontera y Arcos -pueblos y ciudades de una belleza poco común- no llegan a los 9.000 euros de renta per cápita, mientras que la mayoría de los pueblos de la provincia tienen una tasa de paro superior al 25%. La situación es tan dramática dentro de uno de los países más ricos del mundo según dicen, que mientras la esperanza de vida de España está en torno a los ochenta y cinco años, en Cádiz apenas llega a los ochenta y eso gracias a la Seguridad Social, datos que van a empeorar en los próximos años si no se actúa con rapidez dado que cuatro de cada diez niños gaditanos viven en el umbral de la pobreza. En igual sentido se muestran los datos sobre abandono y fracaso escolar, el índice de industrialización o el de las pensiones medias, muy por debajo de las que se perciben en otros lugares del país.
España es un país en extremo pacífico donde las protestas laborales son pocas y tranquilas si tenemos en cuenta las barbaridades que se han cometido contra los trabajadores, abocándolos al paro, la miseria y la marginalidad. La globalización neoliberal ha conseguido sustituir la conciencia de clase por el sálvese quien pueda individualista que preconizan las políticas derechistas y su clientelismo extensivo. Sin embargo, se ha apretado tanto la soga en algunas provincias como Cádiz que la alternativa a la protesta, a la indignación y la lucha es la resignación, la agonía y la muerte. No se puede estar pisando a un pueblo durante décadas y esperar que su respuesta sea bajar la cerviz hasta llegar a la astenosfera. Lo que está sucediendo en el sector del metal de Cádiz es la contestación desesperada de un pueblo que ha sido machacado desde hace muchos años y al que se ha privado de cualquier tipo de esperanza. La obligación de los trabajadores del resto del Estado sería solidarizarse y demostrar que por el lado del trabajo ya no se pude bajar más, que ahora les toca a otros. No basta con pancartas de apoyo o declaraciones justas, es hora de actuar porque lo que sucede en Cádiz ya ha ocurrido en otros lugares y volverá a pasar si la respuesta no es tajante. Tratar de contener un problema vital de raíces tan profundas como obvias con antidisturbios, con balas de goma, gases lacrimógenos y porras no es más que un desatino, es como detener una hemorragia amputando el miembro.