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Antecedentes: Revueltas antiseñoriales en la baja Edad Media

Los indignados de la Edad Media, con acento político social

La alta Edad Media europea fue muy intensa en revueltas antiseñoriales, manifestación, una vez más de los anhelos de justicia y libertad del ser humano El punto álgido se situó en el siglo XIV. Siglo marcado por una época de malas cosechas, hambre y pestes, todo ello acentuado por el aumento de la presión fiscal. Se creaba el caldo de cultivo que empujó a muchos campesinos y trabajadores de los gremios a rebelarse y exigir justicia. La extensión de las rebeliones en el siglo XIV reflejaba la crisis paulatina del sistema señorial. Generalmente eran protestas muy primarias en demanda de pan y justicia. Las más importantes tuvieron lugar en aquellos territorios con sistemas feudales más fuertes como Francia, Inglaterra, Alemania, Hungría… pues tenían un carácter marcadamente anti señorial.

Las revueltas bajomedievales no pretendían una transformación radical de las estructuras (políticas, sociales o económicas). Buscaban la defensa de los intereses generales de la gente común y se entrelazaban muy diversas reivindicaciones. Estos movimientos perseguían unos objetivos que solían ser, en general, defensivos. Se protestaba para poner coto a los abusos de los nobles, exigir el cumplimiento de los fueros y privilegios que habían jurado guardar, imposiciones de naturaleza fiscal, o evitar caer en la dependencia señorial por parte de las villas de realengo. Con frecuencia los integrantes de las luchas antiseñoriales eran grupos heterogéneos (campesinos, pequeña burguesía, hidalgos), por lo que esto se traducía en contradicciones internas que les llevaban muchas veces al fracaso. Nunca constituyeron una alternativa verdaderamente estructurada, sino un conjunto heterogéneo de movimientos generalmente violentos y con tendencia al vandalismo y a la crueldad. Y la mayoría de las veces de muy corto recorrido temporal. Rechazos puntuales, frontales ante los excesos, manifestaciones de rabia colectiva, que a veces incluso se estrellaban contra chivos expiatorios, como fue caso de la minoría judía en múltiples ocasiones.

Estas sublevaciones tuvieron suertes dispares. En ocasiones mejoraron las condiciones de vida de los más humildes, pero muchas otras no lo consiguieron y sus protagonistas pagaron su osadía con la vida. Pero detrás de estas formas primitiva e irracionales de justicia latía el viejo espíritu de libertad del ser humano y su odio innato contra la opresión y la injusticia. A continuación, destacamos algunas de las revueltas más importantes de aquellas centurias.

En Francia destacan las Jacqueries. La denominación Jacquerie deriva del nombre genérico de Jacques que los nobles daban a sus siervos. A mediados del siglo XIV, muchos de estos siervos se entregaron a toda clase de excesos vindicativos. La revuelta propiamente dicha se inició a finales de febrero de 1358, en plena guerra de los Cien Años (1337-1453). Un incremento de la presión fiscal sobre el pueblo soliviantó a la naciente burguesía y los bajos artesanos de París. Los siervos se sumaron a la revuelta, acusando a los nobles de traidores y asaltando y destruyendo cientos de castillos. La sublevación fracasó, en buena medida por la espontaneidad que le impidió dotarse de una organización específica. Los líderes fueron capturados y ejecutados en medio de una terrible represión.

La revuelta campesina de Flandes (1323–1328) fue una revuelta popular de las muchas que tuvieron lugar en la tardía Edad Media europea. En superficie una crisis económica y una subida de impuestos. De fondo las injustas relaciones feudal-vasallo. La mecha de la revuelta prendió y encontró eco en las ciudades de Brujas e Ypres, especialmente en los gremios de bataneros y tejedores.

En la Italia medieval destaca la revuelta de los Ciompi (cardadores) en la ciudad Florencia en 1378. Sus protagonistas, los llamados ciompi, eran miembros del artesanado textil de la lana de más baja condición y muy mal pagados. A ellos sumaron otros sectores gremiales menores, así como vendedores ambulantes, arrieros o vagabundos, que compartían unas penosas condiciones de vida. La revuelta destacó por su radicalidad social. La violencia de los ciompi se tradujo en saqueos, muertes e incendios de palacios y conventos. Llegaron a hacerse con el poder al frente de un cardador de lana llamado Michele di Lando y llegaron a redactar nuevas leyes que recogían las aspiraciones populares. Pero una vez en el poder, los rebeldes no supieron aplicar su programa y el movimiento comenzó a disgregarse. El desabastecimiento se apoderó de la ciudad y los intereses de los que habían apoyado la revuelta comenzaron a chocar entre sí. Los gremios más importantes pudieron pactar la vuelta a la anterior normalidad. Después, una dura represión.

En 1381 estalló la revuelta inglesa de Wat Tyler (nombre de uno de sus dirigentes). Como lo acaecido en Francia, los detonantes fueron los atropellos feudales y el gravamen de nuevos impuestos en el marco de varias derrotas militares durante la guerra de los Cien Años. En este caso sí se incorporaron las denuncias de algunos religiosos contra la corrupción de la Iglesia, siguiendo las tesis igualitaristas del teólogo John Wiclef, que encontraron eco entre los campesinos. El sacerdote John Ball, uno de las voces de los siervos y plebeyos ingleses, escribía: La naturaleza hizo iguales a todos los hombres; las distinciones de la servidumbre y de la libertad son inventadas por los opresores y contrarias a las miras del Creador [1]. Los sublevados asaltaron castillos y propiedades nobiliarias, incluyendo la Torre de Londres, e intentaron hacer llegar al monarca sus peticiones: la anulación de impuestos y la abolición de la servidumbre vinculada a la tierra. Pagaron cara la ingenuidad. Tyler, que encabezaba un improvisado ejército rebelde, se adelantó en solitario para parlamentar con el soberano, pero fue asesinado por los caballeros de Ricardo II. El rey prometió atender las reclamaciones si los rebeldes se retiraban y, cuando estos se dispersaban, lanzó a las tropas contra ellos. Pese a todo, la rebelión asustó a la élite y, a medio plazo, representó el fin de la servidumbre en Inglaterra.

En el Sacro Imperio Germánico se dieron durante el siglo XV diversas revueltas campesinas con bastante intensidad y duración, como la revuelta de los campesinos de Carintia (1478) o las Guerras Husitas (1420-1434) en las que, alentadas por el teólogo y filósofo Bohemio (hoy Chequia) Jan Hus se mezclaron elementos político-nacionales, sociales-igualitaristas y religiosos, que anticiparon un siglo las tensiones que estallaron con la Reforma Protestante. Pedro de Chelcic, también bohemio, postuló durante las guerras husitas contra el Papa y los alemanes una suerte de comunismo antiestatal. Veía en estas estructuras un obstáculo para la realización del cristianismo, que a su entender debía desarrollarse al margen de todo poder institucionalizado.

En 1278 los campesinos de diversos cantones suizos (comarcas que técnicamente dependían del Sacro Imperio Germánico) se confederaron en una Liga para impedir que los Habsburgo violaran sus libertades tradicionales. El conflicto derivó en una rebelión abierta en uno de los cantones suizos, que acabó con la victoria de los helvéticos sobre el duque Leopoldo de Habsburgo en la batalla de Morgarten (1315). Los tres cantones históricos rurales de los Alpes centrales (Uri, Schwyz y Unterwalden) formaron la Confederación Helvética, germen de la Suiza Actual. En estas rebeliones es donde se forjó la famosa leyenda de Guillermo Tell, que Suiza elevara a mito fundacional y que tan magistralmente quedó recogida durante el siglo XIX en clásicos de la literatura como la obra de Friedrich Schiller.[2]

Como padre que soy y que disfruto de contar cuentos e historias a mis hijos, descubrí que entre las historias que más les gustaban e impresionaba estaba esta de Guillermo Tell. Así como la de esos otros héroes medievales como Robin de los bosques o el Cid Campeador. Y no es que les guste a mis hijos. Algo deben de tener cuando son historias que han trascendido generaciones y nos han llegado a través de los siglos. Nos fascinan hoy por que fascinaron en los siglos XII, XIII… y el pueblo las ha hecho ya inmortales. Las tres historias tienen parte de realidad y mucha parte de leyenda. Robin de Locksley fue un noble inglés de entre los siglos XII y XIII que se hizo bandido pasando a ser Robin Hood. Rodrigo Díaz de Vivar un caballero castellano del siglo XI que se tuvo que ir al destierro y Guillermo Tell un trabajador suizo del siglo XIV que arriesgo la vida de su hijo y estuvo en la cárcel.

Pero ¿qué tienen en común estas historias tan antiguas, que han sido tan queridas por tantas generaciones de tal manera que hoy se siguen contando, haciendo películas, libros, comics…?, ¿qué fuerza tienen, que independientemente de la realidad de los hechos que narran sus historias, estos personajes en sus países representan ya historias casi eternas? ¿Por qué, de las tantas historias de la Edad Media, estas son de las más famosas? Las tres historias son historias de personajes que se enfrentan a los poderosos. Robin, cansado de las injusticias que sufre la gente sencilla, se enfrente al mandón de turno y eso le cuesta ser considerado un bandido y se tiene que refugiar en un bosque con otros bandidos que se dedican a robar a los ricos para dárselo a los pobres. El Cid, por un tema de dignidad y querer saber la verdad, hace enfadar a su rey que le obliga a irse del reino y castigará a cualquiera que pretenda ayudarle. Guillermo Tell, por no querer postrarse ante el gobernador tiene que arriesgar lo que más quiere, disparando una flecha a la manzana que ponen sobre la cabeza de su hijo y a pesar de eso, sufrir cárcel. Con todas sus dosis de mito, todas son historias que nos hablan de dignidad de la libertad, de ayuda a los demás y de sacrifico por algo más importante que mis propias cosas. Un Ideal.

La España medieval fue rica también manifestaciones de protesta colectiva contra el poder establecido. Desde las revueltas mudéjares de los siglos XIII y XIV (nacidas de las injusticias sufridas por aquella población musulmana que vivía en territorios cristianos), la revuelta de Sahagún (en el que trabajadores y el bajo clero se levantan en armas contra las injusticias y la acumulación de riqueza del abad del monasterio de esta localidad leonesa), los Irmandiños gallegos, Los remensas catalanes, las germanías de Valencia hasta La rebelión de las Comunidades de Castilla. Todos testimonios imperecederos de espíritu de libertad,

La guerra de los Remensas se inició en Cataluña en 1462. Los campesinos o remensas (así llamados porque debían pagar una compensación, la remença, al señor para abandonar la tierra junto a sus familias) se enfrentaron contra los nobles para acabar con los malos usos. En esta ocasión, los campesinos contaron con el apoyo de Juan II de Aragón, que vio en esta revuelta una ocasión de limitar el poder de los nobles. La guerra civil se prolongó diez años y acabó con la victoria del monarca y los remensas. Las tensiones, sin embargo, se mantuvieron y en 1484, durante el reinado de Fernando el Católico, se desató una segunda revuelta, más radical, que perseguía acabar con el orden feudal, y no simplemente reformarlo. Se suprimieron algunos malos usos, pero se conservaron otros prácticamente intactos. La esencia del régimen feudal subsistió en Cataluña, aunque de forma algo más suave que en Aragón o en Valencia[3].

     Las Revueltas Irmandiñas (1467 y 1469) fueron un gran estallido social que sumiría a Galicia en una guerra civil. La denominación de “Irmandiños” viene de la palabra hermanos y hace referencia a la Santa Irmandade do Reino de Galicia y a sus integrantes descritos como “pueblos y gente común”. Cuenta con la peculiaridad, al igual que los remensas catalán, de haber formado con el apoyo del rey contra los nobles. Las “hermandades”, amparadas por el rey de Castilla, eran grupos pagados por los concejos, creados con la finalidad de establecer una fuerza armada para defender a los pueblos de los abusos de los nobles y perseguir a los bandidos. Lo singular de la hermandad gallega de 1467 está en la convicción colectiva de que el desorden venia de los señores. 

El resentimiento contra los malos usos, que venía de atrás, se transformó en una rebelión justiciera en 1467. Los protagonistas de la sublevación fueron gentes de todas las clases sociales. En su mayoría campesinos, pero también una minoría de trabajadores urbanos (artesanos gremiales, pescadores…). Lo peculiar de este levantamiento antiseñorial es el hecho de que la Iglesia gallega y la monarquía apoyaron el levantamiento. Enrique IV de Castilla, firmó una carta en la que aprobaba y legalizaba la destrucción de los castillos, además de pedir la rendición de los castillos asediados. Se destruyeron cerca de un centenar de castillos y fortalezas de los señores. Los irmandiños de las ciudades no fueron vencidos ni las fortalezas reconstruidas. De hecho, hoy en día en Galicia apenas quedan en pie defensas medievales, en contraste con las muchas del resto de la geografía española[4]. Los señores se vieron obligados a pactar La revuelta había sido tan generalizada que fue imposible aplicar castigos masivos sobre los rebeldes. Los nobles, por su parte, perdieron numerosas rentas y jurisdicciones lo que supuso el fin del régimen feudal medieval en Galicia[5].

En 1476 tiene lugar en el pueblo cordobés de Fuenteovejuna una sublevación en la que los vecinos matan al comendador, cansados por las injusticias que este cometía sobre el pueblo. Según cuentan las crónicas, cuando enviaron jueces y pesquisidores para buscar al culpable del crimen, encontraron como única respuesta de todo aquel que fuera interrogado “Fuenteovejuna ha sido”. Esta sublevación no hubiera pasado del relato de una de tantas insurrecciones espontaneas medievales sino hubiera sido porque casi 150 años más tarde el gran escritor Lope de Vega lo inmortalizaría en una obra teatral. Desde entonces, el Fuenteovejuna de Lope (1619) se ha convertido en símbolo de la unión del pueblo contra la opresión y el atropello. El triunfo del pueblo está en la unidad. Nadie delata a los autores, a pesar incluso de las torturas. Ante la pregunta repetida del juez, la respuesta siempre será la misma: –¿Quién mató al Comendador? -Fuenteovejuna, Señor.-¿Quién es Fuenteovejuna? -Todo el pueblo, a una[6].

Ya a caballo entre el mundo medieval y el mundo moderno tuvieron lugar en el Levante español la sublevación aldeana de las Germanías. Nombre que nuevo hace referencia a la palabra hermano (Germá). La ciudad de Valencia en 1519 había quedado diezmada tras una epidemia. Los ánimos estaban calientes. Sólo hacía falta una chispa. El fraile franciscano Luis Castellolí desde el púlpito de la catedral atribuye todas las calamidades a los ricos y nobles, y estalla la revuelta. La sublevación se propaga por toda la región valenciana, alicantina incluso a Mallorca. El cardador Juan Lorenzo se pone al mano y se nombra una junta de 13 artesanos que gobiernan la ciudad. El agustino Lucas Bonet destaca entre los que mantiene el fervor de los agermanados. Los nobles se reorganizan con los ejércitos del rey, y tras tres años de guerra vencieron a los levantiscos. Los jefes de las Germanías fueron pasados a cuchillo.

Un nuevo mundo estaba asomando, y en él los cambios y las revoluciones ya no iban ser como las medievales. La historia seguía avanzando y a partir de ahora ira cogiendo una velocidad que llegará a ser vertiginosa. A modo de síntesis de este breve recorrido por los anhelos, las luchas y los fracasos del mundo medieval recogemos las palabras del historiador Rodney Hilton respecto a las revueltas campesinas: Los movimientos de masas más ambiciosos acabaron fracasando por lo que se refiere a la plena consecución de sus objetivos. La nobleza medieval terrateniente[7], con el apoyo de los grandes mercaderes, era una fuerza social demasiado fuerte y sólida para permitir que los gobiernos monárquicos creados por ella misma fueran sustituidos por una comunidad política de pequeños propietarios campesinos. Pero el concepto de hombre libre, es decir del hombre que no está sometido ni debe respeto a un señor, es uno de los más importantes, aunque intangibles, legados de los campesinos medievales a la posteridad. La única fuerza social que surgió del mundo medieval capaz de asumir el papel de la nobleza, fue la burguesía.

Rodrigo Lastra Blog

[1] FERNANDO GARRIDO. Historia de las clases trabajadoras. Tomo II. ZYX. Madrid (1972). P.77.

[2] FRIEDRICH von SCHILLER. Guillermo Tell. Clásicos Universales Planeta. Barcelona.1982.

[3] JUAN CARLOS LOSADA ALVAREZ. Llamados a la Rebelión, Historia y vida, ISSN 0018-2354, Nº. 535, 2012, págs. 42-51

[4] BARROS, C.: “Mentalidad justiciera de los Irmandiños, siglo XV”. Ed. Siglo XXI, 1990. (3)

[5] VALDEÓN, J.: “Los conflictos sociales en el Reino de Castilla en los siglos XIV y XV”. Ed. Siglo XXI, 1975. (1)

[6] LOPE DE VEGA. Fuenteovejuna. Ebro. 1971

[7] RODNEY HILTON. Ibid. Pág 312.