En la Antigua Grecia, los ciudadanos helénicos despreciaban en general todo trabajo corporal por vil. El hombre cabal es aristócrata, no trabaja, dispone de ocio, cultiva la política, va a la guerra, produce obras intelectuales. Los trabajos “viles” eran para los esclavos. Las leyes griegas, como las de otras civilizaciones de la época, no consideraban persona al esclavo, sino como una herramienta viva que pertenece al amo. La esclavitud era considerada necesaria y natural por todo el mundo. Pensadores como Platón, intentaron demostrar que tal institución era indispensable para la sociedad humana. No se valoraban los trabajos inferiores; el mismo Aristóteles aseguraba que el hombre libre debería estar liberado de la actividad laboral que deformara el cuerpo para dedicarse sólo al trabajo creador intelectual. En sus Éticas, no considera la esclavitud como un mal deplorable. La Ilíada y la Odisea, los textos fundantes del mundo clásico occidental, son una glosa del “Héroe” que batalla, enamora, desenamora, sufre, discute con los dioses sufriendo su favor o su castigo…pero no realiza jamás trabajo manual, duro, rutinario, artesanal…

Entre los escritores clásicos, Hesiodo supone una notable excepción. Su obra “Los trabajos y los días”, escrita entorno al año 700 antes de Cristo, se centra por primera vez, no en las hazañas de los héroes, sino en la aridez del trabajo, haciendo reivindicación del mismo y criticando la “vagancia” y la ociosidad de personas como su hermano. Hesiodo era un joven pastor cuya familia, según nos cuenta él mismo, había llegado a Beocia “huyendo no precisamente de la abundancia, la felicidad y la riqueza, sino de la escasez”. Esa profesión de pastor sirve a Irene Vallejo(1), en su magistral obra “el infinito en un junco” para establecer una oportuna analogía con otro pastor poeta más reciente para nosotros: Miguel Hernández.
Nos cuenta Irene Vallejo, que “en Los trabajos y los Días, este pastor poeta relata la épica de su presente, no las hazañas del pasado. Describe un tipo distinto de heroísmo: la dura lucha por sobrevivir en condiciones difíciles. Usa los solemnes hexámeros homéricos para hablar de la siembra y l apoda, de castrar cerdos y del graznido de las grullas, de espigas y de carrascas, de la puerca tierra, del vino que calienta las frías noches campesinas (…) Furioso y sombrío al estilo de los profetas, amenaza con el castigo divino a las autoridades que, para engordar la bolsa, favorecen siempre al poderoso y rapiñan a los campesinos pobres. Hesiodo ya no canta los ideales de la aristocracia. Muchos griegos de su época deseaban unos cimientos más justos para la vida en común y un reparto más equitativo de las riquezas. Los trabajos y los días hablaba a esas personas sobre el valor del trabajo paciente y laborioso, sobre el respeto al otro y la sed de justicia”
Con razón la autora de este recorrido narrativo por el origen de los libros en el mundo clásico otorga a Hesiodo el título de iniciador de la genealogía de la poesía social.
- Irene Vallejo. El infinito en un junco. Siruela. 2019. Madrid. Magistral relato sobre el origen de la escritura, el alfabeto y los libros en la antigüedad clásica. La obra de esta doctora en filología clásica zaragozana ha merecido el premio nacional de ensayo 2020