Los manifestantes han mostrado su apoyo a los huelguistas del CGT en varias refinerías, exigiendo un aumento de los salarios equiparable al IPC y dejando sin combustible a muchas gasolineras. «Estoy muy contenta porque los huelguistas de Total sigan movilizados, así se hacen escuchar por los patrones y el Gobierno», afirmó Solange, una jubilada.
Desde hace varias semanas, las refinerías de Total y Exxon (de las más importantes del mundo) están en huelga por aumentos salariales, contra las multinacionales que están cosechando ganancias récord destruyendo el planeta.
Las direcciones sindicales, que hasta entonces eran partidarias de una política de “diálogo social” con el gobierno de Macron se vieron obligadas a convocar a una jornada de huelga intersindical (aunque sin la CFDT) el 18 de octubre, por los salarios y las “libertades sindicales”. Una movilización rápidamente calificada como “huelga general” por muchos medios de comunicación.
Los trabajadores quieren aumentos salariales acordes con la inflación pero también con las ganancias que obtienen sus patrones, mientras las petroleras acumulan miles de millones. Total, por ejemplo, obtuvo una ganancia neta de 5.700 millones de dólares en el segundo trimestre de 2022, y luego se apresuró a pagar 2.620 millones de euros a sus accionistas. En el caso de ExxonMobil, las ganancias son aún más asombrosas: 17.900 millones en el segundo trimestre.
Cuando los precios se disparan, la clase obrera francesa muestra el camino y empujan a muchos otros sectores de trabajadores que se están organizando para ir a la huelga, como los ferroviarios de la SNCF, las centrales nucleares y numerosas fábricas francesas.
Entre los ferroviarios y las refinerías se plantea una lucha que tenga una continuidad indeterminada hasta lograr las demandas de salarios y contra la inflación de Macron.
También recientemente, el sector de la educación el que ha sido objeto de un nuevo proyecto de reforma, que hará que los jóvenes en las escuelas secundarias sean más precarizados. El personal del sector había anunciado hace varias semanas un paro el martes plegándose a la huelga.
La juventud también están pagando el alto precio de la crisis con aumentos de precios, que los empujan cada vez más a la pobreza extrema. Estudiantes universitarios, secundarios y los jóvenes son los hijos de estos trabajadores, estos cuidadores, que viven lejos de su lugar de trabajo, en los suburbios y en los barrios populares. Antes, durante y después del covid-19, los padres no han tenido reconocimiento salarial y las familias son las más afectadas por la inflación.
La agenda del gobierno de Macron es un combo reaccionario: selección universitaria, violencia policial, racismo, islamofobia, reforma de las pensiones, ataque al salario. Una agenda que abre el espacio a la extrema derecha que viene avanzando, entre ellos Marine Le Pen y Eric Zemmour, que nunca han sido aliados de los trabajadores, la juventud y los que pagan esta crisis energética.
El desarrollo de la dinámica en la lucha de clases en Francia así como recientemente en Gran Bretaña, donde están surgiendo iniciativas de autoorganización y coordinación de distintos sectores sociales, están mostrando una contratendencia a la situación reaccionaria que generó la guerra en Ucrania..