En Brasil, el joven trabajador congoleño Moïse Kabagambe, refugiado de guerra del Congo, fue golpeado hasta la muerte por su jefe por pedirle que le pagara su sueldo. El brutal asesinato ocurrió en un quiosco de Barra da Tijuca, en la zona oeste de la ciudad de Río de Janeiro. Decenas de miles de personas se manifestaron el pasado sábado en todo el país en repudio a este crimen racista.
Moïse Kabagambe trabajaba diariamente en el quiosco y había ido a cobrar sus dos días de trabajo atrasados. Su jefe se opuso a pagar su salario -un «derecho» avalado por la nefasta reforma laboral aplicada en Brasil tras el golpe institucional de 2016- y procedió a golpear al joven trabajador congoleño. Luego llegaron otras personas con bates de béisbol y trozos de madera para agredirlo. Esta brutal y violenta paliza escena duró quince minutos. El cuerpo sin vida de Moïse fue encontrado atado.

Moïse Kabagambe fue víctima del odio racista y xenófobo en el país, donde la precariedad laboral y la pobreza campan a sus anchas. Es uno de los innumerables refugiados políticos que llegan con su familia cada año a Brasil, viviendo una vida precaria y trabajando sin contrato, de manera informal, como ocurre con la mayoría de los inmigrantes en Brasil. Fue asesinado por exigir algo que es suyo por derecho. Chadrac Kembilu, primo de Moïse, dijo a la prensa: «Una persona de otro país que ha venido a tu país para ser acogida. ¿Y lo van a matar porque pidió su sueldo?»
El caso de Moïse expresa en profundidad las consecuencias de la reforma laboral, en la que “el trabajador sería libre de negociar sus condiciones directamente con el patrón”: precariedad, jornadas agotadoras, humillaciones e incluso la muerte, en el caso de los trabajadores negros e inmigrantes. Más que eso, revela la cara más sórdida de la extrema derecha de Bolsonaro, vinculada a las milicias y a la policía militar, que en comunión con el Gobierno Federal busca humillar diariamente a la clase trabajadora y a la juventud pobre para facilitar los negocios de los grandes capitalistas. El odio racista y xenófobo del que fue víctima Moïse sigue siendo destilado por diversos sectores de la burguesía brasileña, que quiere cargar toda la crisis económica sobre nuestras espaldas. Según denuncias, el propietario del quiosco que participó del asesinato de Moïse tenía vínculos con la milicia carioca.
Este caso causó indignación en todo el país. De norte a sur del país, el pasado 5 de febrero se realizaron actos en las principales ciudades de Brasil, que se contagiaron de la fuerza de la comunidad congoleña, pero también de inmigrantes y refugiados de diversas partes del mundo, como Bolivia, Haití, Senegal, Angola, entre otros. A pesar de los esfuerzos de los grandes medios de comunicación por ocultar esta jornada de movilización, los actos hicieron que el grito de justicia para Moïse resonara en todos los rincones de Brasil.
“El odio racista y xenófobo del que fue víctima su primo sigue siendo destilado por varios sectores de la élite brasileña que quieren cargar toda la crisis económica sobre nuestras espaldas y, a ser posible, a costa no sólo de nuestro sudor, sino también de nuestra sangre. Brasil tiene sus élites herederas de la esclavitud y una serie de reaccionarios cuyas manos están manchadas de sangre negra”, denuncia Quilombo Vermelho en una declaración que condena este brutal crimen.