En 1991 y 2003 millones de trabajadores secundaron en toda España paros generales por la paz, convocados por sus organizaciones.

Es historiador, ferroviario y sindicalista de CGT. Su último libro es «Sobrevivir a la derrota. Historia del sindicalismo en España, 1975-2004» (Akal, 2021).
Desde hace varias décadas, los sindicatos de clase apenas tienen presencia en los medios de comunicación, incluidos los de izquierda. No es sencillo escuchar o leer las opiniones de las distintas centrales sindicales sobre los temas más relevantes, y ahora, ante la barbarie de la guerra de Ucrania, nos encontramos en la misma situación.

Los medios se olvidan de los sindicatos a la hora de analizar la guerra en Europa y resulta sorprendente porque desde sus orígenes, estas organizaciones han tenido un papel central en la defensa de la paz y en el rechazo a la guerra.
En 1991, Irak invadió Kuwait y Estados Unidos respondió organizando una coalición para liberar este pequeño país, una coalición que contaba con autorización de la ONU y en la que participaba España, por decisión del gobierno del PSOE. La movilización contra la guerra y especialmente contra la participación española en el conflicto fue muy amplia, y estuvo organizada por grupos pacifistas y antimilitaristas, partidos de izquierda y sindicatos. Precisamente, las centrales CCOO, USO y CGT convocaron un paro de dos horas en todo el país el 18 de enero de 1991 contra la guerra y por la vuelta de los marineros de la Armada enviados a participar en el conflicto. En esta huelga participaron entre uno y dos millones de personas trabajadoras.
Doce años después, a comienzos de 2003, el gobierno de EEUU formó una nueva coalición para invadir Irak, sobre la base de dos argumentos falsos: la existencia de armas de destrucción masiva en manos del gobierno de Sadam Hussein y su apoyo a la red terrorista Al Qaeda, que en septiembre de 2001 había atentado en la ciudad de Nueva York. Las movilizaciones contra la guerra se extendieron por los cinco continentes y en España alcanzaron una gran magnitud, especialmente después de que el gobierno del PP decidiera sumar a España a la coalición invasora.
Las manifestaciones del “No a la guerra”, organizadas por grupos pacifistas, partidos de izquierda, asociaciones y sindicatos, reunieron el 15 de febrero de 2003 a varios millones de personas en todo el país, siendo las más grandes la de Madrid, con dos millones de manifestantes y Barcelona, con un millón y medio, seguidas de las de Valencia, Zaragoza, Sevilla, Oviedo y Valladolid.
La invasión de Irak y la guerra comenzaron el 20 de marzo de 2003, provocando cientos de miles de muertes y alimentando las protestas en todo el mundo. En España, además de las manifestaciones multitudinarias, los sindicatos UGT y CIG organizaron una huelga general de dos horas contra la guerra, a la que se sumó CGT (que amplió la convocatoria a 24 horas) y también el sector crítico (minoritario) de CCOO. A pesar de las amenazas de los empresarios de la CEOE, que consideraba la huelga “ilegal”, lo que implicaba que los huelguistas podían ser despedido sin indemnización, las centrales sindicales mantuvieron la convocatoria. El 10 de abril de 2003, la huelga general contra la guerra fue secundada por varios millones de personas trabajadoras, sobre todo en grandes empresas de la industria y los servicios y en la administración pública, mientras que apenas tuvo repercusión en las pequeñas empresas. Los servicios mínimos se cumplieron y hubo pocos incidentes. Las manifestaciones que cerraron la jornada reunieron a cientos de miles de personas en todo el país. Los sindicatos convocantes reclamaron a la patronal CEOE y al Gobierno que los salarios descontados por el paro se donaran a proyectos de solidaridad con Irak de UNICEF, Cruz Roja, Intermón-Oxfam y Caritas. Los empresarios y el Gobierno se negaron.
Hoy, casi veinte años después de las movilizaciones y de la huelga general contra la guerra de 2003, volvemos a enfrentarnos a un conflicto bélico, en este caso provocado por la invasión rusa de Ucrania.

Una vez más, como en 1991 y en 2003, los principales sindicatos de clase como CCOO, UGT, CIG, ELA, CGT y LAB han vuelto a manifestar el rechazo a la guerra, defendiendo el fin de la invasión rusa de Ucrania, la creación de corredores humanitarios y la acogida de las personas refugiadas.
Las organizaciones sindicales CCOO y UGT han criticado explícitamente a la ultraderecha española y europea, que ha pasado de la admiración y la cercanía a Putin a la exaltación patriótica y a las llamadas a la guerra contra Rusia, poniendo en riesgo la democracia en España y en Europa.
Los sindicatos CGT, CIG, ELA y LAB han reclamado explícitamente la desescalada militar y han instado al Gobierno a centrar sus esfuerzos en la vía diplomática y en las negociaciones para detener cuanto antes la guerra en Ucrania.

Las centrales sindicales de clase se han sumado a las protestas de distintas plataformas pacifistas y anti OTAN en varias localidades, y además, CCOO y UGT han convocado una concentración de cinco minutos en las puertas de todos los centros de trabajo del país el 9 de marzo a las 12h.
Los sindicatos de clase siguen siendo las organizaciones más grandes de nuestro país y tienen una larga trayectoria en la lucha por la paz, que incluye dos huelgas generales contra la guerra en las décadas recientes, algo con pocos precedentes en occidente. Y sin embargo, en los medios, incluidos los de izquierda, apenas se da voz a los sindicatos, mientras que se proporciona mucho más espacio a las voces que defienden el envío de armas o incluso entrar en la guerra apoyando al pequeño país agredido, Ucrania, frente al invasor ruso. En esta misma línea, Josep Borrell, el representante de la Unión Europea de Asuntos Exteriores ha llegado a declarar que “estamos en guerra”, a pesar de que la declaración de guerra, al menos en España, tiene que ser aprobada en el parlamento.
Frente a los dirigentes políticos de la derecha y de la izquierda que defienden la necesidad de enviar armas al ejército ucraniano, frente a los periodistas de medios de derechas y de izquierda que defienden la escalada militar, incluso aunque pueda desembocar en la tercera guerra mundial y en un holocausto nuclear, los sindicatos de clase, una vez más, han defendido la paz, mediante la desescalada y mediante la presión diplomática.

En medio de la conmoción por el horror de la guerra, se extiende la exaltación patriótica que recuerda a la de la Primera Guerra Mundial y que incluso reclama abiertamente meter a España en una guerra contra un país con armas nucleares. En esta difícil coyuntura, los sindicatos de clase han vuelto a estar a la altura de las circunstancias, defendiendo la desescalada y la vía diplomática para conseguir la paz y movilizándose contra la guerra, al igual que se moviliza el pueblo ruso.
Una vez más, como en las huelgas generales contra la guerra de 1991 y de 2003, los sindicatos de clase vuelven a ser un ejemplo en la defensa de la paz, la democracia y la solidaridad.