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Xavier Diez: «El arquitecto de la revolución anarquista fue Garcia Oliver»

  • Entrevista al historiador, que ha cuidado las míticas memorias ‘El eco de los pasos’, de Garcia Oliver, traducidas por primera vez al catalán.

Juan Garcia Oliver (1902-1980), ministro anarquista de la CNT durante la guerra de 1936-1939, pistolero en los años veinte, amigo de Josep Tarradellas y Francesc Macià, escribió unas memorias míticas, El eco de los pases (Ruedo Ibérico) , que explican cómo pocas el siglo XX catalán y la revolución anarquista desde dentro. Ahora el libro se publica por primera vez en catalán en traducción de Emma de Porrata Dòria. Es una versión reducida pensada para el gran público que lleva por título Nosotros, los sin nombre (La Campana). El original eran 1.060 páginas de letra pequeña. Éste, 408 de letra normal. VilaWeb entrevista al historiador Xavier Diez, el hombre que ha cuidado la versión que desde hoy se puede encontrar en las librerías, y que ha escrito un interesante estudio previo.

—Garcia Oliver, traducido al catalán. —Garcia Oliver es un patrimonio de Cataluña. El anarquismo es un patrimonio de Cataluña. Y era una injusticia que un texto como éste no estuviera traducido al catalán. Se ha reparado esta injusticia con un lenguaje menos ampuloso: de la retórica revolucionaria pomposa, a un catalán estándar. Garcia Oliver tiene una biografía que daría para unas cuantas temporadas de Netflix.

—¿Quién es Garcia Oliver? -Es un exponente de una Cataluña silenciada. La Cataluña popular, anarcosindicalista y politizada de la primera mitad del siglo XX. Y que rompe todos los tópicos con los que Vicens Vives nos hizo creer que los catalanes eran gente pacífica y pactista. La sociedad catalana, como cualquier sociedad europea, ha sido violenta y pacífica, revolucionaria y conservadora. Garcia Oliver es un hombre de extracción humilde, que trabaja de camarero, después hace de sindicalista, de pistolero, y acaba haciendo de ministro durante la guerra de 1936-1939. Con todas las contradicciones. Durante la revolución de 1936, es una de las personas que políticamente manda más en Cataluña, en los primeros meses de la revolución. Si Durruti era el jefe militar, Garcia Oliver era el jefe político.

—Garcia Oliver es un hombre de acción. ¿Qué es un hombre de acción? —Con veinticinco años se hace revolucionario profesional. Lo que implica ir a tiros con la patronal. Lo llaman pistolerismo, de aquellos años (1919-1923), pero yo lo reivindico como guerra civil. La guerra de independencia de Eslovenia supuso cinco veces menos muertes que la guerra entre patronal y sindicalistas de los años veinte. Garcia Oliver cuenta estos años desde dentro. Es representativo de la aristocracia del anarquismo, y pasa lógicamente por la cárcel, donde te licencias como anarquista. Allí encuentras lecturas, viejos libertarios, y aprendes la teoría. Y la convivencia con los delincuentes comunes, que te enseñan cómo utilizar armas o escaparte.

—Garcia Oliver enseña un anarquismo de los años veinte y treinta austero. Militantes contra el alcohol, los juegos de cartas, el desenfreno. Ahora dices “anarquistas” y ves un punk con cresta. Y no. Eran austeros. —Sí, la mayor parte del obrero cenetista era conservador. No muy diferente al obrero marxista. Pero en el anarquismo había algo de todo. También estaban los naturistas y los individualistas, minoritarios.

—Aspecto importante: su relación con Francesc Macià, quien conoce en el exilio. —Macià ofrece a Garcia Oliver un lugar en los hechos de Prats de Molló. Y García Oliver le dice, «no, deberías hacer como los irlandeses (guerrilla) y no en campo abierto, guerra». Cuando lees a Garcia Oliver, te preguntas cómo puede que nadie hable. Yo, al descubrirlo, quedé boquiabierto con la relación con Macià. O con Josep Tarradellas.

—¿Qué relación tenía? —Tarradellas era consejero jefe de la Generalitat, y Garcia Oliver era la cabeza en la práctica del comité de milicias antifascistas, durante el corto verano de la anarquía, cuando en Cataluña mandaban anarquistas. Fue dentro del comité de milicias antifascistas que vio que la URSS hacía todo lo posible por sabotear el esfuerzo de guerra de Catalunya, porque no quería que triunfara la revolución anarquista. García Oliver y él, a partir de ese momento, sintonizan y acaban estableciendo una amistad de décadas. Garcia Oliver y Tarradellas eran dos alternativos. Incomprendidos en su mundo. Y conectaron.

—A Garcia Oliver, la República le engancha en la cárcel de Burgos. —Cuando intenta volver del exilio con Macià, lo capturan, y hacia Burgos. Allí dentro, a pesar de la brutalidad de la cárcel, no le tocan. La dirección teme que si le pelan a él, Los Solidarios (grupo que Garcia Oliver tiene con Durruti, Ascaso, Jover y otros) se vengarán. Con todo este prestigio revolucionario llega la República, dejándolo libre.

—Y él se sitúa con quienes no confían en la República. Y la combate. —Existe el fracaso de la revolución de 1934, la división entre faístas y trentistas, y él pone en marcha la gimnasia revolucionaria, pequeños levantamientos. Lo hace junto a Durruti, que sería el líder militar. García Oliver sería el líder político. El arquitecto de la revolución anarquista de 1936 fue Garcia Oliver. Les sale bien, y de repente, ganan la revolución. Ellos mismos se sorprenden, no tanto de los franquistas, sino de administrar su victoria. Y les tiemblan las piernas. Pasado mayo de 1937, los anarquistas ya saben que han perdido frente a los comunistas.

—Anarquista y ministro. Combinación curiosa. —Ministro de Justicia durante la guerra de 1936-1939. Alguien de ideología anarquista que quiere ir en contra del poder, y que ha pasado por las prisiones durante años, ahora es quien administra las prisiones y los jueces. Paradoja. Él tiene un gran papel político en el gabinete. Su objetivo es que los comunistas no logren el control. Él sabe lo que ha pasado con los anarquistas en Rusia, en Ucrania, y sabe cuál es el peligro comunista.

—¿Garcia Oliver es quien dio la orden definitiva de matar a Primo de Rivera? —Lo cito en el prólogo, porque me lo dijo Marianne Brull, secretaria de Ruedo Ibérico, la editorial que le publicó el libro. Y esto también explica la tesis doctoral de Leonardo Munillas sobre Garcia Oliver que cito en el prólogo. Pero ni en el libro ni en la correspondencia sale ese detalle. Se hace difícil saber.

—El exilio. Trozo de exilio. —Si queremos Netflix en catalán, es mejor preparar una serie sobre su exilio. Se podría hacer una temporada entera sobre su fuga dando la vuelta al mundo. Del Portús va a París, donde trata de proteger a buena parte de los anarquistas discriminados respecto a los comunistas y de ayudarles a encontrar papeles e ir a América Latina. Sabe que si se quedan en Francia, chuparán. Entre 9.000 y 11.000 terminarán en campos de concentración nazis. Él consigue ir a Suecia, vía sindicatos. Tiene treinta y ocho años. Y se agobia. Quiere acción y reconstruir el gobierno español de la República. Y hacer como Polonia, Noruega y Francia, crear la España libre, declarar la guerra a los nazis y esperar a que los aliados tengan interlocutor. Pero no lo logra. Va a la URSS, haciendo el transsiberiano, coge un barco que lo envía a Los Ángeles, Nueva York, San Louis, lo que genera todo un libro de viajes. Y por último, en México, donde termina muriendo.

—Garcia Oliver nunca regresó a casa. -Se había peleado con toda la CNT, era un hombre de grandes enemigos. Ya no le quedaba familia. No tenía ningún tipo de aliciente. Y sabía que el anarquismo había degenerado mucho de mayo de 1968. Del anarcosindicalismo con solidez teórica se había ido a parar un hedonismo estallante. Y las jornadas libertarias de 1977 no dejaron de ser un choque de los jóvenes con los viejos anarquistas.

—¿Qué partes no cuenta el libro? —Las conspiraciones para atentar contra Franco con Octavio Alberola, o Cipriano Mera. Que vuelve de extranquis a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, viene a Europa, va a París y Berlín, con la intención de crear una defensa interior y atentar contra Franco. Sigue siendo un anarquista de acción.

—El original de este libro son 1.060 páginas de letra pequeña. Su versión, 400 de letra normal. -Veo que hay cosas relevantes desde el punto de vista de los historiadores, pero no del público general. Quien quiera aproximarse a Garcia Oliver, ésta es un primer paso. He hecho de montador para darle coherencia. He sacado algunos de los artículos y discursos de los archivos.

—Y también ha cambiado el título, de El eco de los pasos a Nosotros, los sin nombre. —La responsabilidad es mía y asumo sus culpas. El eco de los pases fue una imposición del editor de Ruedo Ibérico. En base a mi libertad individual decidí que Nosotros, los sin nombre, expresaba muy claramente quiénes eran los anarquistas de los años treinta. Ellos, que son capaces de hacer la mayor revolución anarquista del mundo mundial, resulta que no tienen nombre en nuestra historia. Con este libro creía necesario compartir una historia ni muy conocida, ni bien conocida.

Publicado original en catalan en Vilaweb. Traducción Sindicalismo.org